A sólo 24 horas de recibir la Orden Mexicana del Águila Azteca, la más alta distinción que el país otorga a los extranjeros por servicios prominentes prestados a la humanidad, el profesor Giovanni Sartori habló en exclusiva con EL UNIVERSAL no sólo de la importancia del reconocimiento, sino también de fenómenos como el combate al narcotráfico, “delito al cual, debe ser aplicado el código militar, con el fusilamiento”, porque es “una guerra”; de la corrupción que para erradicarla exige “voluntad y valor político”, porque “afecta enormemente el funcionamiento de un Estado democrático”; y del cambio climático, del que hoy, además de la alimentación, el agua es el gran problema del mundo.
Recién cumplidos sus 91 años y con visibles problemas para caminar, el profesor Sartori, en compañía de su esposa, la pintora y fotógrafa Isabella Gherardi, abrió gentilmente las puertas de su casa a este diario para, con gran lucidez, responder a las preguntas que le formulamos.
¿Cómo presentarlo, como filósofo, politólogo, sociólogo...?
—Le confieso que son 90 años, que me sigo haciendo la misma pregunta.
¿Qué significa recibir el máximo reconocimiento que otorga nuestro país a quienes han enaltecido la ciencia y cultura universales?
—Es un gran orgullo, porque con este importante reconocimiento y con mi último libro “La corsa verso il nula” (La carrera hacia la nada), en el cual explico que estamos yendo justamente hacia la nada, cierro mi carrera.
¿Cómo se enteró que en su visita a Roma el Presidente de México le entregaría el reconocimiento?
—Me lo comunicó el embajador de México en Italia, Miguel Ruiz-Cabañas. Me dio un enorme gusto, porque en los 20 años que enseñé en la Columbia University de Nueva York tuve muchos alumnos mexicanos —entre los cuales estuvo el mismo embajador— los cuales crearon una asociación en la Universidad de México que, creo, lleva mi nombre.
Su fuerte relación con México lo llevó a participar en la elaboración de un proyecto de reforma de nuestra Constitución y a establecer no menos fuertes lazos de amistad con personalidades mexicanas.
—Sí, mi propuesta de reforma, que era extremamente moderada, está contenida en el apéndice de un libro publicado por la UNAM, reeditado varias veces, pero la misma al parecer no tuvo consecuencia concretas. El proyecto lo trabajé junto con Jorge Carpizo, mi difunto amigo ex rector de la UNAM. En ese tiempo también asistí a muchas reuniones con diversos partidos y tuve el honor de conocer a seis o siete hoy ex presidentes de México.
Usted conoce bien el país y sabe de la violencia que ha generado el narcotráfico: ¿México podría adoptar el modelo italiano para combatir este flagelo?
—Italia en este momento no es modelo de nada, salvo del caos. Hace un tiempo escribí un texto, que defino audaz, en que sugiero que para acabar con este tipo de delitos debería ser aplicado el código militar, que contempla el fusilamiento, porque se trata de una auténtica guerra y porque los narcotraficantes pensarían dos veces antes de seguir delinquiendo.
¿Bastan este tipo de medidas para acabar con el fenómeno?
—No es suficiente, pero ayudaría muchísimo, porque, repito, vivimos en un contexto de guerra.
Otro gran problema no sólo de México y América Latina, sino también de Italia es la corrupción, ¿cómo se le puede combatir?
—En mi opinión se deben aumentar las penas para este delito y aislar a sus responsables aún en la cárcel, pero no sólo a los mafiosos, que desde la prisión siguen corrompiendo, sino también a los políticos que no son una categoría extra ley aunque pasan años para poder arrestarlos y procesarlos debido al fuero de que gozan. En realidad lo que se necesita es voluntad y valor político para erradicarla sobre todo, porque en ocasiones los que deben tomar este tipo de decisiones también son corruptos, lo cual afecta enormente el funcionamiento fisiológico de un Estado democrático.
Fenómenos como la corrupción y el narcotráfico han puesto en crisis la política, la gente no cree más ni en la política ni en los políticos.
—Esto sucede en todo el mundo porque el poder mafioso ha corrompido todo el mundo, sobre todo la parte más pobre y más poblada del mundo, donde la gente no tiene otra alternativa que robar o traficar droga. Por ello yo pido frenar la explosión demográfica antes de que se registren cientos de miles de muertes. Una iglesia responsable debería fomentar la disminución de los nacimientos.
El papa Francisco hace empero una política pensando en la gente.
—¡No! Es exactamente como Wojtyla. Del exterminio de cristianos en África, por ejemplo, Francisco habló después de dos años de pontificado cuando ya antes debía haber defendido a estos cristianos a los cuales la Iglesia, no hay que olvidarlo, les prohíbe usar anticonceptivos. Esto provocará que la población de África y otros países siga creciendo hasta explotar.
¿Dónde están la izquierda y la derecha en este nuevo contexto?
Ambas corrientes están en crisis, pero con actitudes políticas completamente diversas. La izquierda cedió a la globalización que, en mi opinión, es suicida porque la tierra no puede soportar una explosión infinita de la población. Si esta tendencia continúa terminaremos muy mal, sobre todo por la falta de agua.
Veo que ahora más que la política le preocupa el medio ambiente.
Sí, por los graves problemas que crea el cambio climático y porque hoy la gran crisis, además de la alimentación, es el agua, que actualmente es extraída de lo más profundo de la tierra por la falta de lluvias debido, en gran en parte, a acciones del hombre, como la tala de bosques. Si esa tendencia no cambia, tendremos un desastre de alcances mundiales. Me disculpo por mi optimismo.
La crisis de política ha dado vida a nuevos sujetos políticos en Grecia, España e Italia que dicen no colocarse ni en la izquierda ni en la derecha. ¿Cómo los interpreta?
—Son niños, es decir, son gente buena que usan mucho la redes sociales, pero aún siendo buenas personas sirven muy poco, porque no saben nada. Conocen los problemas, pero no saben como resolverlos, no están maduros para gobernar, sobre todo hoy que los países viven en situaciones de extrema gravedad.
Fuente.-
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